lunes, 29 de noviembre de 2010

Los papeles del Departamento de Estado.

El PAÍS pone en marcha a partir de hoy la mayor patraña informativa de lo que llevamos de siglo XXI: los papeles del Departamento de Estado.


En primer lugar, me entretendré unas líneas en la palabra papeles. Tuve ocasión de reflexionar sobre su uso con ocasión de la gran estafa periodística que fue toda la información relacionada con los GAL. Según la Real Academia Española de la Lengua el significado más conforme con el que se le da a esta palabra en estos casos es: Carta, credencial, título, documento o manuscrito de cualquier clase.  Papeles es, pues, una palabra comodín de las que cualquier buen redactor debería huir. Sin embargo, el lector percibe que hay algo más, que no es un error inocente de escritura. Por ejemplo, sirvió para que la gente viera  normal  que se condenara a Barrionuevo y Vera en el caso de los GAL, sin ninguna prueba válida, porque “los papeles del GAL” habían demostrado que eran culpables. ¿Qué tiene este vocablo para que añada expresividad y verosimilitud al discurso donde se incluye?
Desde su invención, la escritura disfruta de un valor supersticioso para aquellos que no dominan sus secretos: desde los textos sagrados de todas las religiones, hasta la reverencia contemporánea a cualquier vocablo escrito, considerado como más fiable que la lengua hablada. La palabra papeles tiene para muchas personas  connotaciones impregnadas de la magia de lo desconocido y tenebroso: salir en los papeles; pedir (la autoridad competente) los papeles a alguien; te voy a empapelar, nos decían aquellos a quienes se les suponía un poder amenazante. Esta connotación supersticiosa es  la que hace atractivo un titular que de otra forma sería insulso y desprovisto de interés.

Otra forma de dar importancia a una noticia anodina es la utilización de titulares que, sin faltar a la verdad, estimulan la imaginación del lector apresurado, aunque luego se sienta defraudado si se le ocurre leer el cuerpo de la noticia entero. Como por ejemplo:

Presiones ocultas a empresarios, ministros y jueces en España, aunque luego todo se reduzca a la transcripción de conversaciones de lo más normal entre instituciones del Estado.

Los secretos de la diplomacia de EEUU al descubierto, vale, pero son secretos que cualquiera sabe que tienen todos los países del mundo.

Calificar una actividad de lo más inocente y previsible de la diplomacia norteamericana de “secretos, planes y obsesiones  de EEUU” me parece manipulador y una forma de engañar al lector con la verdad, utilizando la complejidad de las asociaciones que las palabras provocan en la mente de los receptores, por una parte, y dando una relevancia desproporcionada a hechos completamente banales.
Es interesante también la imagen que ilustra y complementa la intención del texto en la que se ve a Zapatero, que sale de una estancia en penumbra, mirando a Condoleezza Rice que abandona la escena con la actitud de quien da por terminada la oscura misión que le ha llevado allí (por cierto, a mí me da la impresión de que le mira el culo).