Aprovecho el artículo de Álex Grijelmo en el País http://elpais.com/elpais/2012/07/19/opinion/1342716341_843818.html
para retomar el hilo
de este blog, que tenía abandonado, no por falta de material, sino por
desmotivación: estoy seguro de que a nadie le importan los tejemanejes de los
medios de comunicación; es más, molesta que se pongan en evidencia, porque
muchos de ellos sirven para llevar el agua al molino de la ideología de cada uno. Pero, por si hay
algún chalado que prefiera reflexionar sobre lo que lee antes de seguir el
camino que le marca el dedo índice de otra persona o su propio fanatismo, y
para desahogarme un poco, he puesto en blanco y negro lo que pienso.
Este artículo sobre la manipulación del rumor en los medios
de comunicación ha tenido el efecto de hacerme pensar, en parte porque estoy de
acuerdo y en parte porque lo considero incompleto y al que se le puede aplicar
aquello de “ver la paja en ojo ajeno y no ver la viga en el propio”. El autor
viene a denunciar la mala práctica periodística que supone el uso de formas
impersonales del verbo haber,
especialmente el potencial habría, para
dar como ciertos lo que no son sino rumores; a veces, inventados por el mismo
periodista [esto último es de mi cosecha]. Estoy de acuerdo en que el dominio
de los matices de significado en las formas verbales da a los periodistas una
gran ventaja a la hora de manipular la opinión del lector, sin que este sea
consciente. Sustenta su opinión en múltiples ejemplos de medios de comunicación
ajenos al País; sin embargo, unas páginas más adelante tiene dos ejemplos de mala práctica periodística,
mediante la cual se expresa una opinión personal justificándola con una palabra ambigua con tintes de
autoridad. Un titular dice así: Los
analistas alertan de “la complicada relación con Madrid”. Independientemente
de la veracidad de la noticia, en la redacción y la composición tipográfica del
titular encontramos dos elementos que inducen a pensar que es un rumor sin
fundamento; en primer lugar el sustantivo “analistas”: ¿Qué analizan estos
señores y qué métodos de análisis utilizan?; además, ¿todos los analistas están
de acuerdo y qué método estadístico se ha seguido para conocer su opinión y
poder dar una información tan tajante? Después, al entrecomillar la segunda
proposición, “la complicada relación con
Madrid”, expresan que ellos lo único que hacen es transcribir literalmente
lo que otros más autorizados han escrito, cosa que es mentira. La sabiduría
popular albaceteña lo sintetiza así: “dicen y que han dicho, pero a mí no me lo
creas”; creo que queda más claro y engaña menos.
En la página siguiente, un subtítulo incide en el mismo
error: “El nulo rendimiento de las zonas forestales y el coste del
mantenimiento llevan al abandono de los propietarios. Los expertos ven
en la biomasa una solución”, [el
subrayado es mío]. El caso es similar al anterior.
Los dos ejemplos anteriores nos dan una idea de las formas
de manipulación de la información que alejan al periodista del oficio de
mensajero para convertirlo en un activista político. En esos dos casos, la
repercusión política podemos de decir que no es importante; sin embargo en los
dos que voy a exponer a continuación la malicia y el perjuicio para la sociedad
son evidentes. En ellos se hace patente la intención de sembrar el miedo, la desesperación y el desánimo entre
la población con el fin de obligarnos a claudicar y rendirnos. Una vieja
táctica del quintacolumnismo traidor. En las ediciones de estos últimos días
han aparecido dos comentarios sobre los datos que ha proporcionado la encuesta
de población activa. Estos datos pretenden valorar la “objetividad” de los
números, cuando en realidad son lo más subjetivo que podemos utilizar. En los
artículos a los que me refiero el periodista manipula estos datos, para
aterrorizarnos aún más si cabe, dándoles una interpretación sesgada y
truculenta. Lo único que deja claro esta encuesta es la diferencia que hay
entre las personas en edad de trabajar y los que cotizan a la seguridad social,
y aun ni eso, por lo que he podido ver, porque no tiene en cuenta la flexibilidad
en la edad de jubilación; hay una confusión total entre los parados y los
inactivos; por ejemplo, considerar parado o inactivo a un joven entre 16 y 25
años es una falacia, porque a esa edad la mayoría está estudiando y depende de
los padres, aunque algunos hayan echado solicitudes para trabajos a tiempo
parcial o de temporada, en un intento de acercarse al mercado laboral; no niego
que haya algunos en esa franja de edad que busquen trabajo en serio, pero
habría que separar unos y otros, para no caer en el catastrofismo.
Estoy hasta la coronilla de escribir que la única manera de
resolver un problema es planteándolo con datos lo más exactos y objetivos que
sea posible y que inflando las
cantidades lo único que se consigue es el desánimo y la desorientación. Claro
que “ a río revuelto, ganancia de pescadores” y “el miedo guarda la viña”, esto
lo saben muy bien los sinvergüenzas que extienden esta clase de rumores
catastrofistas.